jueves, 3 de febrero de 2011

Crítica a las políticas sociales.

A menudo las críticas dirigidas contra las políticas sociales encuentran su meollo en su supuesta ineficacia y/o ineficiencia. Un ejemplo reciente y paradigmático al respecto podemos encontrarlo en la última publicación de Larrañaga y Contreras (2010), sin embargo, y pese a la densidad y pertinencia de las críticas empleadas habitualmente se deja fuera, porque no se lo explícita, el análisis de la estrategia crítica empleada.

Dos han sido las estrategias críticas contra las políticas sociales: la primera de ellas se orienta a la desigualdad que (re) producen. En esta vertiente el eje crítico se encuentra dispuesto contra el modelo económico que hace de las políticas sociales meras respuestas subsidiarias a un proceso creciente de pauperización de la mayoría de la población expoliada en el contexto de un modelo económico (neo) liberal. Este tipo de estrategia hizo su aparición y se consolidó con y en la denominada tendencia teórica surgida al amparo de la teoría de la dependencia y el subdesarrollismo. Sus exponentes más importantes fueron Gunder Frank, Anibal Quijano y, desde un frente menos radical, Fernando Henrique Cardoso. Muchos de estos autores, durante los años noventa y al amparo de la CEPAL, renegaron de sus afirmaciones marxistas, en fin.

Un segundo eje crítico es posible dimensionarlo a partir de consideraciones de carácter “técnico”. Aquí decir que las políticas sociales son ineficientes, quiere decir que pueden ser corregidas, que a su vez quiere decir que pueden ser (y de hecho lo son), constantemente revisadas y corregidas por los especialistas para los destinatarios y públicos a los que van dirigidas. Esta estrategia crítica más bien fáustica, conduce a una cierta fantasía de cambio y mejoramiento en la gestión de las políticas públicas que puede ser fácilmente asimilable a un juego de suma cero. Respecto a este ámbito es posible mencionar infinitos trabajos de investigación, especialmente aquellos desarrollados en el Instituto Libertad y Desarrollo, Fundación Jaime Guzmán, entre muchos otros, en fin.

No soy partidario de ninguna de las dos estrategias mencionadas (que a fin de cuentas resultan predecibles por demasiado ideologizadas, cuando no al servicio obvio de circunstantes políticos) y, sin perjuicio de ello, me parece que circunscribir las potencialidades críticas respecto a las políticas sociales a ambas, le resta un potencial enorme a la crítica. Es, a fin de cuentas, una forma de reduccionismo que no se condice con el estatuto de la crítica.

Si bien la noción de desigualdad es un punto insoslayable a la hora de señalar desde donde las políticas se estructuran y proyectan, no lleva esto a aumentar sus rendimientos técnicos ni mucho menos a mensurar sus impactos.

Pienso consideradamente en las posibilidades críticas dejadas de lado por la dicotomización de la crítica estatuida, oficial.

Pienso todo el tiempo en las críticas posibles y en los diálogos entre ellas.
Desde, por ejemplo, la noción de proximidad respecto a las minorías mapuches, de refugiados o inmigrantes en ciertos gobiernos locales, pienso en las posibilidades estéticas como ejes críticos en las políticas habitacionales, pienso en las posibilidades críticas de la biopolítica y los enfoques foucaultianos en los discursos respecto a intervenciones con niños/as vulneradas en sus derechos, pienso en los enfoques antiopresivos y la construcción de advocacy o en las prácticas que construyen evidencia para promover, desde ellas, la defensa de derechos de mujeres golpedas.

En fin, Trabajo Social se presenta como una estrategia crítica capaz de romper con la actual dicotomía (más bien monoteísta, aburrida, ideologizada y dividida en buenos y malos) en política social. Para ello la disciplina está llamada a enfocar sus potencialidades críticas desde enfoques contemporáneos en Trabajo Social y no en el mero empirismo y/o revolucionarismo, como actualmente sucede en las cavernas participativas o los acondicionados ministerios.

Ángel Marroquín Pinto
Magíster en Trabajo Social
Pontificia Universidad Católica de Chile

No hay comentarios.: