jueves, 16 de diciembre de 2010

Enfoques contemporáneos en Trabajo Social

Trabajo Social ocupa una posición en la sociedad determinada desde el campo de acción profesional (quienes son los trabajadores sociales, qué hacen, donde se ocupan) y las atribuciones que las instituciones y sus clientes le asignan. Pero ello no es todo. Trabajo Social, como profesión de lo social, ha de portar un discurso y un proyecto de sociedad el cual disputar en la discusión sobre los desenlaces del desarrollo económico en sociedades en proceso de modernización y crecientemente desiguales (BAUMAN, 1999). Se trata de un discurso crítico que hace emerger aquello y a aquellos que han sido excluidos y desaparecidos de los escenarios públicos de lo que existe .

La crítica en Trabajo Social se ejerce en el mundo de las prácticas sociales, desde un modo de ver hacia un modo de hacer (MATUS, 2001); así, la posición de Trabajo Social en la sociedad se funda en el desde donde se hace Trabajo Social. No es la pregunta por el donde, sino desde donde (el mirar) el que nos hace llegar a la propuestas críticas contenidas en los enfoques contemporáneos de Trabajo Social y las diversas perspectivas políticas en que se expresa.

Nuestra premisa es que cada enfoque contemporáneo contiene un eje político que refiere a la posición de Trabajo Social en la sociedad, es decir, el modo de mirar otorga al colectivo de trabajadores sociales un campo de levantamiento de una crítica y un proyecto de sociedad que debatir en sus prácticas sociales, a la vez que estas prácticas sociales (no cualquier práctica, sino aquella práctica) le posiciona en un espacio social público de contraposición con otras posiciones.

Desplegaremos en las siguientes columnas algunos argumentos a favor del politeísmo en Trabajo Social esperando desincentivar las visiones unidimensionales y aquellas nacidas desde un cierto metodologísmo disciplinario. Seguiremos el siguiente orden lógico en el despliegue argumental: (I) Elementos sintéticos del contexto social complejo en el que se sitúan y actúan los enfoques en Trabajo Social Contemporáneo, (II) Señalaremos y desarrollaremos los contenidos críticos más relevantes de dos enfoques contemporáneos en Trabajo Social: el enfoque anti-opresivo y el enfoque hermenéutico, y, finalmente (III) señalaremos algunos puntos de acuerdo identificados en este ejercicio argumentativo.

I

Con el advenimiento de nuevos escenarios en lo social, aquellos en que la tensión entre modernidad y modernización resulta crucial, la nueva cuestión social es el clima en que se disputan las intervenciones sociales (ROSANVALLON, 1995; FITOUSSI, 1998), la emergencia de la complejidad y su reducción apuntan a dar respuestas de calidad (LUHMANN, 2000), lo social se vuelve polisémico, se asienta en el lenguaje y sus expresiones concretas -reactivas a viejas y reduccionistas formas de abordaje y de comprensión- se vuelven opacas y difíciles de descifrar. Ya lo “social” no responde a una llamada única sino que hoy son múltiples las voces que pretenden nombrarlo.

Ante este espectáculo, las prácticas sociales son reelaboradas y repensadas en una pluralidad representativa capaz de “hacer justicia” a la complejidad de la trama social que da origen a ella. Las fronteras del Trabajo Social no son geográficas sino epistémicas. Es así como Trabajo Social contemporáneo comparte con otras disciplinas el campo social, la incidencia en diversos programas sociales, políticas públicas e intervenciones sociales.

Es en este último campo en el que se concentran las más consistentes demandas que diferencian a Trabajo Social de otras disciplinas, a la vez que le plantean desafíos específicos. Uno de ellos tiene que ver con la lógica en que se comprenden las políticas sociales y las intervenciones sociales inscritas en ellas. Para Matus, existirían algunas paradojas de las políticas sociales que deben asumir y enfrentar las intervenciones sociales a fin de lograr posicionarse con éxito en los escenarios contemporáneos:


(MATUS, Teresa 2009)

Uno de los requisitos que se le demanda a la intervención social bajo estas paradojas está dado por establecer umbrales de consistencia operacional, es decir: “establecer una red de formas mensurables que aclaren en qué sentido y a través de qué modelos operacionalizables de diseño, gestión y evaluación, esto se llevará acabo” (MATUS, 2009:243). La respuesta a este requerimiento pasa, necesariamente por señalar el o los enfoques del proceso de intervención. Resulta claro que un resultado específico no puede ser alcanzado por cualquier enfoque y que además responden diferenciadamente a lo que entienden por intervención social.

Entonces cuando se señala que: “el futuro se juega en el como”, se apunta a que no da lo mismo el enfoque en intervención social. Profundizar en cada uno de ellos, en sus diversos componentes (ético, político, estético, conceptual), es una tarea ardua y extensa, no es menos preponderante y urgente ante la extrema complejidad de los nuevos escenarios en que se despliega la intervención social.


II
Tal vez el año 1900 fue el año de la hermenéutica: muere Nietzsche el 25 de agosto; Husserl publica el primer volumen de sus Investigaciones lógicas y Freud publica la Interpretación de los sueños. Tres formas de encarar la cuestión de la interpretación, tres campos que se abren con obras fundamentales, sin embargo, no será sino con la aparición de Dilthey y su estudio sistemático de la hermenéutica, desde Lutero hasta Schleiermacher, que no se inaugura una vía metodológica propia para ella (GRONDIN, 2000).

Uno de los más grandes aportes de Dilthey consiste en haber legitimado, en Alemania, la autonomía metodológica de la hermenéutica y plantear, a su vez, los dilemas internos que, posteriormente, buscarán desentrañar tanto Heidegger como su discípulo Gadamer.

Los clásicos, entonces, se vieron enfrentados al relativismo histórico –y al clima cultural de fines del siglo XVIII-, y respondieron abriendo caminos a investigaciones posteriores. El problema del nihilismo (Nietzsche); la crisis (Husserl); el malestar en la cultura (Freud) y la seguridad metodológica garantizada (Dilthey).

Con la publicación en año 1903 de los Principhia Ethica de G.E Moore, se inicia el giro lingüístico analítico. Este acontecimiento filosófico determina un antes y un después en la relación lenguaje-pensamiento .

Con el acceso del último Husserl al público francés, se originó un desarrollo de la hermenéutica existencial (Heidegger), pero también un re-descubrimiento del primero (y contraposición con el segundo en muchos aspectos), especialmente a través de Derrida y Lévinas. En Francia se funde el horizonte hermenéutico alemán con el psicoanálisis lacaniano. Este es el clima en el que se escribe hermenéutica en Francia y en el que ésta desembarca en el mundo de las ciencias sociales en general y el Trabajo Social en particular.

El enfoque hermenéutico define a Trabajo Social como una disciplina simbólica cuya eficacia, por lo tanto, es simbólica (AUTÈS, 2005: 241) y que actúa en lo social (AUTÈS, 2004: 16). Estas afirmaciones portan consecuencias no sólo respecto al estatus epistémico de la profesión, sino que también para su ejercicio político.

Es necesario poner atención a la sentencia que afirma que Trabajo Social no se ocupa en personas “naturales”, dado que ello implicaría conceder un estatus único al ser humano y, por lo tanto, obviar las diversas representaciones que lo involucran y aluden; en fin, significaría un reduccionismo inapropiado e inadecuado ante la complejidad de lo que tratamos. Esto tampoco quiere decir que la persona sea "borrada”, sino que se pretende señalar que nos movemos en una realidad donde lo simbólico es eminente como principio explicativo en la “organización” del mundo: “À l’inverse, d’autres théories accorderont au symbolique une place de premier rang dans les facteurs explicatifs de la réalité. Ainsi, les formes symboliques qui organisent le monde, les cultures, les valeurs, peuvent tour à tour jouer le rôle de principe explicatif” .

Lo social exige interpretación. Por lo tanto es falsa cualquier dicotomía entre lo “real” y lo “simbólico”, ambos se hayan enlazados en la trama del mundo con el que trata Trabajo Social, por lo tanto –y en sintonía con el giro lingüístico en filosofía- nos encontramos en un enfoque que no cuenta con un estatus de sujeto, sino mas bien con estructuras gramaticales que se funden en lo simbólico (D´AGOSTINI, 2000).

La identidad de las personas emanan de las categorías en que se semantice – el peso del discurso- la palabra contiene posibilidades de apertura a posibilidades, de cierre por estigmatizaciones. Los públicos de Trabajo Social se hayan situados en el cruce de semánticas en que se mezclan lo psíquico y lo social, por lo tanto, la semántica para el enfoque hermenéutico, es tratada con el estatus de evidencia; de ahí que el campo de recolección de esta evidencia sea el discurso y no algo como lo conocido como “el terreno”, “la calle” o “los barrios deprivados”. Un simbólico corresponde a una interrogante que demanda un trabajo interpretativo que desnaturalice su sentido, es decir la lógica de producción y reproducción social del significado. El lenguaje es el campo de batalla en el que se disputa el significado, por lo tanto la lógica estigmatizadora es también una reiteración, una ausencia.

Por otra parte “ellos” –los objeto de política, de asistencia, los “pobres solventes” (KARSZ, 2007)- son llamados a través de discursos estigmatizadores y lógicas de control particulares y asociados a un “orden” que hace inteligible esta conminación, por lo tanto, la forma en que se les nombra, no sólo resulta sintomática sino que también denota una manera de representación simbólica que debe, ser deconstruída por el Trabajador Social hermenéutico. He aquí el potencial político de Trabajo Social.

Este tratamiento de la “evidencia” no cuenta con la importancia capital que representa la cuantificación de “casos estadísticos”, la representación mera y sumariamente numérica, sino la cualidad, la semantización del real-simbólico-imaginario. Esto quiere decir que gramatizar- en el sentido de detectar la regularidad, el orden del discurso-, lo social cobra relevancia por cuanto obedece a una lógica discursiva que expresa la cualidad estigmatizadora, el hándicap, la falla y su saber demarca un tipo de relación política de Trabajo Social: “Le savoir mobilisé, l`expérience accumulée, peuvent servir de repère dans la politique (….). Cette part étant beaucoup plus r´duite pour les pratiques politiques” .

Desde el punto de vista político, para los autores que adscriben a este enfoque, el campo de disputa de lo social posee dos grandes deslindes: 1) el campo social en que se actúa y que se intrinca con la subjetividad propia . 2) El campo disciplinario no queda limitado por el cómo se lleva adelante la práctica: “Lo mismo que en otros campos, en el del trabajo social la cuestión estratégica del cómo hacer no agota en absoluto la cuestión radical del por qué hacer, para quién, contra quién” (KARSZ, 2004:17).

El trabajo político se funde en un horizonte donde encuentra correspondencia con la subjetividad del trabajador social, por lo tanto, una práctica emancipadora encuentra su centro, en este enfoque, en la deconstrucción de las viejas categorías, en la circulación de otras capaces de configurar nuevas realidades donde: “Entendamos entonces que trabajo social ocupa un lugar preciso y precioso en la reproducción de las relaciones sociales, en la economía objetiva del capitalismo y en la economía subjetiva de sus destinatarios y de sus agentes” (KARSZ, 2004:41) y en una experiencia trágica: el dilema de Antígona.


Las prácticas Anti opresivas en Trabajo Social reconoce las divisiones sociales y las inequidades estructurales que se dan en la sociedad y generan formas de discriminación y opresión en contra de categorías sociales diversas: raza, género, edad (DOMINELLI, 1998). Hermanada con las prácticas post-estructuralistas (Trabajo Social Activista, HEALY, 2001), las prácticas anti opresivas nos colocan frente a prácticas emancipadoras orientadas al cambio social y a la justicia social. “The critical practitioner questions dominant social constructions, resists or challenges oppressive constructions and seeks hidden certainties in social constructions that inhibit people´s self-empowerment” .

Las prácticas anti opresivas buscan reducir los efectos devastadores que las diferencias estructurales generan en la vida de las personas, relevando el proceso y el resultado en la apuesta por el empoderamiento de ellas (DOMINELLI, 2002).

Desde el punto de vista político, para los autores que adscriben a este enfoque, el campo de disputa de lo social ofrece al trabajador social formas de análisis de la opresión que evidencian para el cómo lo privado se vuelve público y cómo su rol es llevar a la agenda pública los sufrimientos personales de sus usuarios: 1) un análisis socialmente terapéutico, declarando que el daño psíquico en las personas es producto de un trauma social provocado por un sistema opresor. Hablamos entonces de un daño social al cual debemos prestar atención desde la clave de identidades dañadas por un sistema opresor. 2) Un análisis emancipador, sabiendo que las formas de discriminación son históricas y traspasan generaciones. Es clave para Trabajo Social ser consciente –una vez más- de que no tiene frente a sí solo a un individuo natural con nombre, apellido y dirección, sino que tiene frente a sí una categoría social desventajada, discriminada y golpeada por un sistema de desigualdades estructurales que viene en marcha desde hace siglos sellando en ella un legado de agravio al cual la práctica anti opresiva debe remecer y confrontar: llevar a cabo una práctica transformacional (ADAMS, DOMINELLI Y PAYNE, 2002).

La opción por trabajar con categorías sociales que refieren a diversidades estigmatizadas por la sociedad es, junto a los puntos señalados en el párrafo anterior, otro trazo que dibuja el eje político de las prácticas anti opresivas: legitimar la diversidad. De esta manera, las prácticas anti opresivas albergan bajo este titular una serie de enfoques emancipadores, como el feminismo o el anti-racismo, que se vinculan en la crítica a la influencia significativa que la raza, la clase, el género, la orientación sexual o la edad ejercen sobre las inequidades de poder y de privilegios que se albergan en el seno de la sociedad capitalista. No se trata, para este enfoque, de cualquier tipo de inequidad, ni de cualquier sociedad: hablamos del sistema de relaciones discriminatorias y desiguales que la sociedad capitalista estructura en desmedro de las categorías sociales diversas.

Llegamos a otro trazo importante del eje político anti opresivo: lo privado se convierte en público (CARNIOL, 2000). El sufrimiento, el agravio o el trauma social por la discriminación de, digamos una mujer negra, no es un asunto que le competa solo a ella, y es labor del trabajador social anti opresivo develar la fuente de esta opresión para si mismo, para esta mujer y disputar por su colocación en la agenda pública. Esta operación de desnaturalización de la discriminación nos invita a profundizar dos aspectos: 1) el enfoque anti opresivo exige a Trabajo Social un autoconocimiento de los prejuicios que, como profesión y sus individuos, portan y ayudan a re-producir las estructuras de opresión y discriminación; 2) exige también conocer y entender los diferentes grupos sociales y sus culturas, lo que solo puede hacerse en el marco de análisis críticos del sistema social. De esta manera, Trabajo Social puede desafiar y confrontar las estructuras de opresión y discriminación en un nivel interno y societal (DALRYMPE Y BURKE, 2005).

La diversidad, la diferencia, es campo de disputa política por su inclusión o su exclusión, por dotarle de existencia pública o enviarlo a las sombras de lo inexistente. Se disputa su legitimidad y su derecho a ciudadanía (ADAMS, DOMINELLI Y PAYNE, 2002)



III

A partir de lo expuesto en los apartados I y II podemos concluir señalando dos grandes áreas de confluencia entre ambos enfoques en torno a su concepción de lo político como campo de intervención en Trabajo Social:

1. Ambos comparten una visión de sociedad compleja, donde el ejercicio de la profesión se encuentra imbricado en la trama política, aún cuando el ejercicio delimita campos de acción diversos.

2. Ambos desafían las estructuras que dominan las explicaciones de lo social y abogan por su desmantelamiento (re-nombrar / transformar).

3. Para ambos enfoques, los usuarios son portadores de -discursos /categorías- que hablan a través de ellos y que deben ser interpretados por el Trabajador Social.

4. Para ambos enfoques, el trabajador social está íntimamente “puesto” en la intervención social: con sus prejuicios, su inconsciente, su cultura, su gramática, con su posición. Se trata de prácticas declaradamente políticas.

5. Ambos enfoques exigen al trabajador social un exhaustivo conocimiento de la realidad social y su consiguiente análisis crítico. Como señala Saúl Karsz desde el enfoque hermenéutico: “Nunca se insistirá lo suficiente: lo errático de la práctica responde a extravíos teóricos; carecer de conceptos es tan grave como carecer de personal competente, de equipamientos adecuados y de presupuestos suficientes… Si se quiere obrar de otra manera es imprescindible poder pensar de otra manera”

Es dable señalar que Trabajo Social contiene el potencial ya sea de contribuir a las formas de discriminación, estigmatización y exclusión existentes, ya sea de criticar y transformar aquellas a través de prácticas fundadas en escenarios complejos.

De estas múltiples opciones se desprende la dimensión política emancipadora de la disciplina en cada uno de los enfoques señalados. Después de todo, no da lo mismo desde donde hacer Trabajo Social, y esta elección es uno de los ejercicios políticos fundantes del trabajador social contemporáneo.


Carla Petautschnig
Trabajadora Social UTEM
c Magíster en Trabajo Social
Pontificia Universidad Católica de Chile


Bibliografía

AUTÈS, Michel. LES PARADOXES DU TRAVAIL SOCIAL. Edition Dunod, Paris, 2005.
ADAMS Robert, DOMINELLI Lena, PAYNE Malcom. CRITICAL PRACTICE IN SOCIAL WORK. Palgrave. UK. 2002.
BAUMAN, Zygmunt. LA GLOBALIZACIÓN: CONSECUENCIAS HUMANAS. Fondo de Cultura Económica. Mexico, 1999.
GRONDIN, Jean. HANS-GEORG GADAMER. UNA BIOGRAFÍA. Herder. Barcelona, 2000.
KARSZ, Saül. PROBLEMATIZAR EL TRABAJO SOCIAL. DEFINICION, FIGURAS, CLINICA. Gedisa, Buenos Aires, 2007.
MATUS, Teresa. INNOVAR EN CALIDAD: CONSTRUCCIÓN DE UN MODELO DE CERTIFICACIÓN DE CALIDAD PARA PROGRAMAS SOCIALES.
MATUS, Teresa (Coordinadora). LA REFORMA MUNICIPAL EN LA MIRA. IDENTIFICANDO MUNICIPIOS PRIORITARIOS EN LA REGIÓN METROPOLITANA. Octubre 2007.
MATUS, Teresa. HACIA UNA INTERVENCIÓN POLIFÓNICA: PROPUESTAS CONTEMPORÁNEAS PARA TRABAJAR LO SOCIAL. Editorial Espacio Buenos Aires. Argentina 2001.
ROUDINESCO, Elisabeth; PLON, Michel. DICCIONARIO DE PSICOANÁLISIS. Paidos, Buenos Aires 2007.
SERNA, Julián. ONTOLOGÍAS ALTERNATIVAS. APERTURAS DE MUNDO DESDE EL GIRO LINGUISTICO. Anthropos. Barcelona. 2007.

1 comentario:

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