martes, 27 de julio de 2010

Una herencia múltiple: herramientas críticas contemporáneas.

Carla Petautschnig
Trabajadora Social

En la actualidad, la intervención social se torna un campo que demanda a los trabajadores sociales comprender una pluralidad de discursos en que se disputan proyectos políticos diversos. Es por lo tanto, el momento en que la crítica, entendida como motor disciplinario interno, es capaz de permitir una aprehensión de la herencia disciplinaria, a la vez que una reconfiguración de las prácticas sociales. Los enfoques contemporáneos en Trabajo Social portan discursos críticos capaces de contribuir a este movimiento de comprensión de lo social. En el presente texto se abordan los enfoques hermenéutico y anti-opresivo y se señalan los lineamientos críticos a la vez que la forma en que la profesión se posiciona en ellos.

Trabajo Social ocupa una posición en la sociedad determinada desde el campo de acción profesional (quienes son los trabajadores sociales, qué hacen, donde se ocupan) y las atribuciones que las instituciones y sus clientes le asignan. Pero ello no es todo. Trabajo Social, como profesión de lo social, ha de portar un discurso y un proyecto de sociedad el cual disputar en la discusión sobre los desenlaces del desarrollo económico en sociedades en proceso de modernización y crecientemente desiguales (BAUMAN, 1999). Se trata de un discurso crítico que hace emerger aquello y a aquellos que han sido excluidos y desaparecidos de los escenarios públicos de lo que existe
[1].

La crítica en Trabajo Social se ejerce en el terreno de las prácticas sociales, desde un modo de ver hacia un modo de hacer (MATUS, 2001); así, la posición de Trabajo Social en la sociedad se funda en el desde donde se hace Trabajo Social. No es la pregunta por el donde, sino desde donde (el mirar) el que nos hace llegar a la propuestas críticas contenidas en los enfoques contemporáneos de Trabajo Social y las diversas perspectivas políticas en que se expresa
[2].

Nuestra premisa es que cada enfoque contemporáneo en Trabajo Social contiene un eje político que refiere a la posición de Trabajo Social en la sociedad, es decir, el modo de mirar otorga al colectivo de trabajadores sociales un campo de levantamiento de una crítica y un proyecto de sociedad que debatir en sus prácticas sociales, a la vez que estas prácticas sociales (no cualquier práctica, sino aquella práctica) le posiciona en un espacio social público de contraposición con otras posiciones.

Para objeto del desarrollo argumentativo de esta premisa, tomaremos dos enfoques contemporáneos: el enfoque hermenéutico y el enfoque anti-opresivo, dando cuerpo al siguiente orden: (I) Elementos sintéticos del contexto social complejo en el que se sitúan y actúan los enfoques en Trabajo Social Contemporáneo; (II) señalaremos y desarrollaremos los contenidos críticos más relevantes del enfoque anti-opresivo y el enfoque hermenéutico, y, finalmente (III) señalaremos algunos puntos de acuerdo identificados en este ejercicio argumentativo.

I
Con el advenimiento de nuevos escenarios en lo social, aquellos en que la tensión entre modernidad y modernización resulta crucial, la nueva cuestión social es el clima en que se disputan las intervenciones sociales (ROSANVALLON, 1995; FITOUSSI, 1998), la emergencia de la complejidad y su reducción apuntan a dar respuestas de calidad (LUHMANN, 2000), lo social se vuelve polisémico, se asienta en el lenguaje
[3] y sus expresiones concretas -reactivas a viejas y reduccionistas formas de abordaje y de comprensión- se vuelven opacas y difíciles de descifrar. Ya lo “social” no responde a una llamada única sino que hoy son múltiples las voces que pretenden nombrarlo.

Ante este espectáculo, las prácticas sociales son reelaboradas y repensadas en una pluralidad representativa capaz de “hacer justicia” a la complejidad de la trama social que da origen a ella. Las fronteras del Trabajo Social no son geográficas sino epistémicas. Es así como Trabajo Social contemporáneo comparte con otras disciplinas del campo social, la incidencia en diversos programas sociales, políticas públicas e intervenciones sociales: “El trabajo critico (…) exige que los trabajadores sociales comprendan otros discursos, como los discursos racionalistas médicos, los jurídicos y los económicos, que son perceptibles y más poderosos a la hora de configurar el contexto de la práctica que los discursos del trabajo social ortodoxo o los ideales de la ciencia social critica que suscriben”
[4].

Es en este último campo en el que se concentran las más consistentes demandas que diferencian a Trabajo Social de otras disciplinas, a la vez que le plantean desafíos específicos. Uno de ellos tiene que ver con la lógica en que se comprenden las políticas sociales y las intervenciones sociales inscritas en ellas. Para Matus (2009:242), existirían algunas paradojas de las políticas sociales que deben asumir y enfrentar las intervenciones sociales a fin de lograr posicionarse con éxito en los escenarios contemporáneos:

(MATUS, 2009)

Uno de los requisitos que se le demanda a la intervención social bajo estas paradojas está dado por establecer umbrales de consistencia operacional, es decir: “establecer una red de formas mensurables que aclaren en qué sentido y a través de qué modelos operacionalizables de diseño, gestión y evaluación, esto se llevará acabo” (MATUS, 2009:243). La respuesta a este requerimiento pasa, necesariamente por señalar el o los enfoques del proceso de intervención. Resulta claro que un resultado específico no puede ser alcanzado por cualquier enfoque y que además responden diferenciadamente a lo que entienden por intervención social.

Entonces cuando se señala que: “el futuro se juega en el como”, se apunta a que no da lo mismo el enfoque en intervención social. Profundizar en cada uno de ellos, en sus diversos componentes (ético, político, estético, conceptual), es una tarea ardua y extensa, no es menos preponderante y urgente ante la extrema complejidad de los nuevos escenarios en que se despliega la intervención social.

II

Tal vez el año 1900 fue el año de la hermenéutica: muere Nietzsche el 25 de agosto; Husserl publica el primer volumen de sus Investigaciones lógicas y Freud publica la Interpretación de los sueños. Tres formas de encarar la cuestión de la interpretación, tres campos que se abren con obras fundamentales, sin embargo, no será sino con la aparición de Dilthey y su estudio sistemático de la hermenéutica, desde Lutero hasta Schleiermacher, que no se inaugura una vía metodológica propia para ella (GRONDIN, 2000).

Uno de los más grandes aportes de Dilthey consiste en haber legitimado, en Alemania, la autonomía metodológica de la hermenéutica y plantear, a su vez, los dilemas internos que, posteriormente, buscarán desentrañar tanto Heidegger como su discípulo Gadamer (GRONDIN, 2000).

Los clásicos, entonces, se vieron enfrentados al relativismo histórico –y al clima cultural de fines del siglo XVIII-, y respondieron abriendo caminos a investigaciones posteriores. El problema del nihilismo (Nietzsche); la crisis (Husserl); el malestar en la cultura (Freud) y la seguridad metodológica garantizada (Dilthey).

Con la publicación en el año 1903 de los Principhia Ethica de G.E Moore, se inicia el giro lingüístico analítico. Este acontecimiento filosófico determina un antes y un después en la relación lenguaje-pensamiento
[5]. Con el acceso del último Husserl al público francés, se originó un desarrollo de la hermenéutica existencial (Heidegger), pero también un re-descubrimiento del primero (y contraposición con el segundo en muchos aspectos), especialmente a través de Derrida y Lévinas (SERNA, 2007) . En Francia se funde el horizonte hermenéutico alemán con el psicoanálisis lacaniano (D’AGOSTINI, 2000).

Este es el clima en el que se escribe hermenéutica en Francia y en el que ésta desembarca en el mundo de las ciencias sociales en general y el Trabajo Social en particular.

El enfoque hermenéutico define a Trabajo Social como una disciplina simbólica
[6] cuya eficacia, por lo tanto, es simbólica (AUTÈS, 2005: 241) y que actúa en lo social[7] (AUTÈS, 2004: 16). Estas afirmaciones portan consecuencias no sólo respecto al estatus epistémico de la profesión, sino que también para su ejercicio político.

Es necesario poner atención a la sentencia que afirma que Trabajo Social no se ocupa en personas “naturales”, dado que ello implicaría conceder un estatus único al ser humano y, por lo tanto, obviar las diversas representaciones que lo involucran y aluden; en fin, significaría un reduccionismo inapropiado e inadecuado ante la complejidad de lo que tratamos. Esto tampoco quiere decir que la persona sea "borrada”, sino que se pretende señalar que nos movemos en una realidad donde lo simbólico es eminente como principio explicativo en la “organización” del mundo: “À l’inverse, d’autres théories accorderont au symbolique une place de premier rang dans les facteurs explicatifs de la réalité. Ainsi, les formes symboliques qui organisent le monde, les cultures, les valeurs, peuvent tour à tour jouer le rôle de principe explicatif”
[8].

Lo social exige interpretación. Por lo tanto es falsa cualquier dicotomía entre lo “real” y lo “simbólico”, ambos se hayan enlazados en la trama del mundo con el que trata Trabajo Social, por lo tanto –y en sintonía con el giro lingüístico en filosofía- nos encontramos en un enfoque que no cuenta con un estatus de sujeto, sino mas bien con estructuras gramaticales que se funden en lo simbólico (D´AGOSTINI, 2000).

La identidad de las personas emanan de las categorías en que se semantice – el peso del discurso- la palabra contiene posibilidades de apertura a posibilidades, de cierre por estigmatizaciones. Los públicos de Trabajo Social se hayan situados en el cruce de semánticas en que se mezclan lo psíquico y lo social, por lo tanto, la semántica para el enfoque hermenéutico, es tratada con el estatus de evidencia; de ahí que el campo de recolección de esta evidencia sea el discurso y no algo como lo conocido como “el terreno”, “la calle” o “los barrios deprivados”.

Un simbólico corresponde a una interrogante que demanda un trabajo interpretativo que desnaturalice su sentido, es decir la lógica de producción y reproducción social del significado. El lenguaje es el campo de batalla en el que se disputa el significado, por lo tanto la lógica estigmatizadora es también una reiteración, una ausencia. Por otra parte “ellos” –los objeto de política, de asistencia, los “pobres solventes” (KARSZ, 2007)- son llamados a través de discursos estigmatizadores y lógicas de control particulares y asociados a un “orden” que hace inteligible esta conminación. Por lo tanto, la forma en que se les nombra, no sólo resulta sintomática sino que también denota una manera de representación simbólica que debe, ser deconstruida por el Trabajador Social hermenéutico. He aquí el potencial político de Trabajo Social.

Este tratamiento de la “evidencia” no cuenta con la importancia capital que representa la cuantificación de “casos estadísticos”, la representación mera y sumariamente numérica, sino la cualidad, la semantización del real-simbólico-imaginario. Esto quiere decir que en gramatizar- en el sentido de detectar la regularidad, el orden del discurso-, lo social cobra relevancia por cuanto obedece a una lógica discursiva que expresa la cualidad estigmatizadora, el hándicap, la falla y su saber demarca un tipo de relación política de Trabajo Social: “Le savoir mobilisé, l`expérience accumulée, peuvent servir de repère dans la politique (….). Cette part étant beaucoup plus r´duite pour les pratiques politiques”
[9].
Desde el punto de vista político, para los autores que adscriben a este enfoque, el campo de disputa de lo social posee dos grandes deslindes: 1) el campo social en que se actúa y que se intrinca con la subjetividad propia
[10]. 2) El campo disciplinario no queda limitado por el cómo se lleva adelante la práctica: “Lo mismo que en otros campos, en el del trabajo social la cuestión estratégica del cómo hacer no agota en absoluto la cuestión radical del por qué hacer, para quién, contra quién” (KARSZ, 2004:17).

El trabajo político se funde en un horizonte donde encuentra correspondencia con la subjetividad del trabajador social, por lo tanto, una práctica emancipadora encuentra su centro, en este enfoque, en la deconstrucción de las viejas categorías, en la circulación de otras capaces de configurar nuevas realidades donde: “Entendamos entonces que trabajo social ocupa un lugar preciso y precioso en la reproducción de las relaciones sociales, en la economía objetiva del capitalismo y en la economía subjetiva de sus destinatarios y de sus agentes” (KARSZ, 2004:41) y en una experiencia trágica: el dilema de Antígona.


“Social work is about action, so critical thinking must lead us to critical action”
[11], escribe Lena Dominelli desde el enfoque anti-opresivo, instalando la crítica y la acción transformadora como articuladores del cuerpo interno de este enfoque. Al mismo tiempo, se instala en concepto de opresión para designar aquellos tratamientos degradantes o inhumanos en contra de individuos o grupos debido a ciertas características que estos poseen (DALYMPLE, BURKE, 1995). Reconoce, por lo tanto, el enfoque anti-opresivo las divisiones sociales y las inequidades estructurales que se dan en la sociedad y generan formas de discriminación y opresión en contra de categorías sociales diversas: raza, género, edad (DOMINELLI, 1998).

Hermanada con las prácticas post-estructuralistas (HEALY, 2001), las prácticas anti opresivas nos colocan frente a intervenciones sociales emancipadoras, transformacionales, orientadas al cambio social y a la justicia social. “The critical practitioner questions dominant social constructions, resists or challenges oppressive constructions and seeks hidden certainties in social constructions that inhibit people´s self-empowerment”
[12]. Así, asumiendo la opresión al interior de la sociedad, y que los trabajadores sociales deben actuar críticamente frente a ello, las prácticas anti-opresivas avanzan hacia el horizonte de la ampliación de los derechos a los que los sujetos tienen derecho, reduciendo el poder estigmatizador que las estructuras de opresión adosan a las diferencias (DOMINELLI, 2002).

Las prácticas anti opresivas buscan reducir los efectos devastadores que las diferencias estructurales generan en la vida de las personas, relevando el proceso y el resultado en la apuesta por el empoderamiento de ellas (DOMINELLI, 2002). Se comprende que los diversos axiomas de opresión a los que puede estar sometido un individuo a causa de su género, clase social, raza, orientación sexual, se superponen unos a otros (HEALY, 2001). Por ejemplo, Dominelli (1989) hablan de la “cuádruple opresión” de la raza, el género, la clase social y la orientación sexual que afecta a las mujeres negras, lesbianas y de clase trabajadora. Aún así, muchos teóricos de la práctica crítica plantean que no se puede considerar que una forma de opresión tenga más peso que otras, si bien se señala que el grado de opresión experimentado por el individuo es concomitante con el número de opresiones experimentadas, dando por supuesto que las categorías de opresión se “suman” en la misma dirección, por lo que una persona puede estar oprimida por partida doble o triple (HEALY, 2001).

Desde el punto de vista político, para los autores que adscriben a este enfoque, el campo de disputa de lo social ofrece al trabajador social formas de análisis de la opresión que evidencian cómo lo privado se vuelve público y cómo el rol del trabajador social es llevar a la agenda pública los sufrimientos personales de sus usuarios: 1) un análisis socialmente terapéutico, declarando que el daño psíquico en las personas es producto de un trauma social provocado por un sistema opresor. Hablamos entonces de un daño social al cual debemos prestar atención desde la clave de identidades dañadas por un sistema opresor.

2) Un análisis emancipador, sabiendo que las formas de discriminación son históricas y traspasan generaciones. Es clave para Trabajo Social ser consciente –una vez más- de que no tiene frente a sí solo a un individuo natural con nombre, apellido y dirección, sino que tiene frente a sí una categoría social desventajada, discriminada y golpeada por un sistema de desigualdades estructurales que viene en marcha desde hace siglos sellando en ella un legado de agravio al cual la práctica anti opresiva debe remecer y confrontar: llevar a cabo una práctica transformacional (ADAMS, DOMINELLI Y PAYNE, 2002).

La opción por trabajar con categorías sociales que refieren a diversidades estigmatizadas por la sociedad es, junto a los puntos señalados en el párrafo anterior, otro trazo que dibuja el eje político de las prácticas anti opresivas: legitimar la diversidad. De esta manera, las prácticas anti opresivas albergan bajo este titular una serie de enfoques emancipadores, como el feminismo o el anti-racismo, que se vinculan en la crítica a la influencia significativa que la raza, la clase, el género, la orientación sexual o la edad ejercen sobre las inequidades de poder y de privilegios que se albergan en el seno de la sociedad capitalista. No se trata, para este enfoque, de cualquier tipo de inequidad, ni de cualquier sociedad: hablamos del sistema de relaciones discriminatorias y desiguales que la sociedad capitalista estructura en desmedro de las categorías sociales diversas.

Llegamos a otro trazo importante del eje político anti opresivo: lo privado se convierte en público (CARNIOL, 2000). El sufrimiento, el agravio o el trauma social por la discriminación de, digamos una mujer negra, no es un asunto que le competa solo a ella, y es labor del trabajador social anti opresivo develar la fuente de esta opresión para si mismo, para esta mujer y disputar por su colocación en la agenda pública. Esta operación de desnaturalización de la discriminación nos invita a profundizar dos aspectos: 1) el enfoque anti opresivo exige a Trabajo Social un autoconocimiento de los prejuicios que, como profesión y sus individuos, portan y ayudan a re-producir las estructuras de opresión y discriminación; 2) exige también conocer y entender los diferentes grupos sociales y sus culturas, lo que solo puede hacerse en el marco de análisis críticos del sistema social. De esta manera, Trabajo Social puede desafiar y confrontar las estructuras de opresión y discriminación en un nivel interno y societal (DALRYMPE Y BURKE, 2005).

La diversidad, la diferencia, es campo de disputa política por su inclusión o su exclusión, por dotarle de existencia pública o enviarlo a las sombras de lo inexistente. Se disputa su legitimidad y su derecho a ciudadanía (ADAMS, DOMINELLI Y PAYNE, 2002). La crítica que invita a ejercer este enfoque tiene el potencial necesario para disputar en este campo, “thinking and acting critically therefore needs to be placed within analyses of how the limitations of social divisions such as class, gender and social assumptions about disability, sexuality and ethnic origin are created within social ideas that appear rational and that we take for granted, but are also changeable and changing. Some theorists argue that thinking critically in this way reveals important social movements and enables us to participate in them, pressing them forward”
[13]

III

Hemos visitado dos enfoques que comparten una visión de sociedad compleja, donde el ejercicio de la profesión se encuentra imbricado en la trama política, aún cuando el ejercicio delimita campos de acción diversos. Los enfoques hermenéutico y anti-opresivo, cada uno desde su modo de mirar, desafían las estructuras que dominan las explicaciones de lo social y abogan por su desmantelamiento (re-nombrar / transformar). He aquí pues, un cierto aire de familia –crítico- compartido por ambos.

Sin embargo, en el caso del primer enfoque, el potencial simbólico-enunciativo de la categorización social tiene un poder que puede ser usado con un resultado transformador o estigmatizador para los sujetos. Como señala Matus “la intervención social no trabaja con individuos en cuanto tales, sino que emerge al interior de una categoría analítica determinada: joven violento, mujer golpeada, cesante, menor en situación irregular… si la categorización social se realiza en términos estigmatizadores, esos sujetos llevarán esa marca en forma persistente”
[14]. Es vital, por lo tanto, el análisis crítico del lenguaje: “Understanding and exploring language, how it is used in interactions and how it forms our views of the world, is an essential element in critical practice. Through a process of critical thinking, by interacting reflexively in relationships with others, we can examine agenda-settings, the content of judgment that we make and the ideologies that underlie them”[15]

El terreno de disputa de Trabajo Social es el terreno de lo simbólico, de las categorías naturalizadas que abonan el terreno a la propagación y enraizamiento de estructuras de opresión / estigmatización. Trabajo Social está conminado a, desde ambos enfoques, saber que toda categoría está intrincada en un proceso histórico de naturalización, desnaturalización, y el regreso porfiado a una nueva naturalización por parte de la cultura –dominante- en una dinámica que incorpora en cada uno de sus giros a la profesión. ¿Y cómo participa en este proceso Trabajo Social?: no cómo sino desde, y “desde” construye su crítica. Ya sea que se ve a Trabajo Social haciéndose parte de las estructuras institucionalizadas de opresión, discriminación, maltrato a los sujetos, tal como critica el enfoque post-estructural
[16]; ya bien poniendo-se los trabajadores sociales en la tarea de observación –simbólica/ transformadora- desde un nuevo tipo de experiencia que re-lee y transforma. He aquí la crítica post estructural al enfoque hermenéutico.

En los debates de la representación, como los hemos señalado, disputa Trabajo Social dentro del lenguaje. Movilizamos imágenes, trabajamos en la formación de identidad y sujetos. En la pregunta por qué imágenes, qué sujetos, por el proyecto societal que es la correa transportadora de estos contenidos, se palpa, una vez más, el contenido político de Trabajo Social: en la crítica y en la disputa por la emergencia de representaciones, categorizaciones que tengan la fuerza para transformar y generar nuevas posibilidades de experiencia.

Pareciera que estos enfoques (tanto el hermenéutico como el anti opresivo), nos dicen, de un modo claro, que Trabajo Social es una profesión “poderosa”, en la medida que su crítica puede disputar por la palabra – en oposición al silencio- dando existencia a aquello y a aquellos/as que a veces ni saben que existen con derecho a hacerlo.

Desde las prácticas anti-opresivas y hermenéuticas, el trabajador social está íntimamente “puesto” en la intervención social: con sus prejuicios, su inconsciente, su cultura, su gramática, con su posición. Se trata de prácticas declaradamente políticas. Trabajo Social contiene el potencial ya sea de contribuir a las formas de discriminación, estigmatización y exclusión existentes, ya sea de criticar y transformar aquellas a través de prácticas fundadas en escenarios complejos. Exigen ambos enfoques a Trabajo Social, por lo tanto, un exhaustivo conocimiento de la realidad social y su consiguiente análisis crítico. Como señala Saúl Karsz desde el enfoque hermenéutico: “Nunca se insistirá lo suficiente: lo errático de la práctica responde a extravíos teóricos; carecer de conceptos es tan grave como carecer de personal competente, de equipamientos adecuados y de presupuestos suficientes… Si se quiere obrar de otra manera es imprescindible poder pensar de otra manera”
[17]

De estas múltiples opciones se desprende la dimensión política emancipadora de la disciplina en cada uno de los enfoques señalados. Después de todo, no da lo mismo desde donde hacer Trabajo Social, y esta elección es uno de los ejercicios políticos fundantes del trabajador social contemporáneo.

…………..
Bibliografía

1. AUTÈS, Michel. LES PARADOXES DU TRAVAIL SOCIAL. Edition Dunod, Paris, 2005.

2. ADAMS Robert, DOMINELLI Lena, PAYNE Malcom. CRITICAL PRACTICE IN SOCIAL WORK. Palgrave. UK. 2002.

3. BAUMAN, Zygmunt. LA GLOBALIZACIÓN: CONSECUENCIAS HUMANAS. Fondo de Cultura Económica. México, 1999.

4. D’ AGOSTINI Franca. ANALÍTICOS Y CONTINENTALES. GUÍA DE LA FILOSOFÍA DE LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS. Cátedra. Madrid. 2000.

5. DALRYMPLE, J, BURKE, B. ANTI-OPPRESIVE PRACTICE: SOCIAL CARE AND THE LAW. En: SOCIAL WORK AND SOCIETY, Volume 3, Issue 1, 2005.
www.socwork.net/van Wormer2005.pdf.

6. GRONDIN, Jean. HANS-GEORG GADAMER. UNA BIOGRAFÍA. Herder. Barcelona, 2000.

7. HEALY, Karen. TRABAJO SOCIAL. PERSPECTIVAS CONTEMPORÁNEAS, Ediciones Morata, Madrid, 2001

8. KARSZ, Saúl. PROBLEMATIZAR EL TRABAJO SOCIAL. DEFINICION, FIGURAS, CLINICA. Gedisa, Buenos Aires, 2007.

9. MATUS, Teresa. INNOVAR EN CALIDAD: CONSTRUCCIÓN DE UN MODELO DE CERTIFICACIÓN DE CALIDAD PARA PROGRAMAS SOCIALES.

10. MATUS, Teresa (Coordinadora). LA REFORMA MUNICIPAL EN LA MIRA. IDENTIFICANDO MUNICIPIOS PRIORITARIOS EN LA REGIÓN METROPOLITANA. Octubre 2007.

11. MATUS, Teresa. HACIA UNA INTERVENCIÓN POLIFÓNICA: PROPUESTAS CONTEMPORÁNEAS PARA TRABAJAR LO SOCIAL. Editorial Espacio Buenos Aires. Argentina 2001.

12. ROUDINESCO, Elisabeth; PLON, Michel. DICCIONARIO DE PSICOANÁLISIS. Paidos, Buenos Aires 2007.

13. SERNA, Julián. ONTOLOGÍAS ALTERNATIVAS. APERTURAS DE MUNDO DESDE EL GIRO LINGUISTICO. Anthropos. Barcelona. 2007.




[1] Cuando hablamos de desaparecidos nos referimos, como ha señalado Teresa Matus, por ejemplo, a aquellas personas que atraviesan los programas sociales en forma exitosa, para luego ser “borrados” de la cartografía en que se despliega la política social. Un ejemplo paradigmático –no el único, por cierto-, es el que se presenta con las personas que superaron la denominada línea de la pobreza en el programa PUENTE de ChileSolidario. (Matus, 2009: 232).
[2] MATUS, Teresa. HACIA UNA INTERVENCIÓN POLIFÓNICA: PROPUESTAS CONTEMPORÁNEAS PARA TRABAJAR LO SOCIAL. Editorial Espacio Buenos Aires. Argentina 2001.
[3] A través del giro lingüístico se reivindica:
§ Que el uso de las palabras trasciende su hipotético significado propio.
§ Que el sentido del discurso desborda el significado proposicional de los enunciados considerados en fila india.
§ Que las palabras no sólo dicen sino que, además, hacen (Austin).
§ Que las parcelaciones del horizonte de sentido adelantadas a partir de diferentes léxicos estarían comprometidas con diferentes prejuicios y expectativas.
§ Que las gramáticas no son neutrales, cuando prefiguran nuestra construcción de mundo en determinada dirección. SERNA, Julián. ONTOLOGÍAS ALTERNATIVAS. APERTURAS DE MUNDO DESDE EL GIRO LINGUISTICO. Anthropos. Barcelona. 2007 pág. 37.
[4] HEALY, Karen. TRABAJO SOCIAL. PERSPECTIVAS CONTEMPORÁNEAS, Ediciones Morata, Madrid, 2001 pág. 160.
[5] “Con el giro lingüístico operado en filosofía en las últimas décadas, no es su primera acepción limitada a registrar el interés de los filósofos por el lenguaje lógico como el último reducto de la metafísica, sino en la última, cuando se ocupa del lenguaje ordinario, abundan las implicaciones. La palabra, en primer lugar, condiciona el pensamiento, si no es que –en casos puntuales- lo determina. No es posible, en segundo lugar, tender un abismo entre lenguaje y sociedad, como antaño, cuando es menester reconocer, en cambio, una relación dialéctica entre ellos” SERNA, Julián. ONTOLOGÍAS ALTERNATIVAS. APERTURAS DE MUNDO DESDE EL GIRO LINGUISTICO. Anthropos. Barcelona. 2007. Pág. 10.
[6] SIMBÓLICO: “Termino tomado de la antropología y empleado como sustantivo masculino por Jacques Lacan desde 1936, para designar el sistema de representación basado en el lenguaje, es decir, en los signos y las significaciones que determinan al sujeto sin que él lo sepa; el sujeto puede referirse a ese sistema, consciente e inconscientemente, cuando ejerce su facultad de simbolización. El concepto de simbólico es inseparable de los de imaginario y real, con los que forma una estructura. Designa entonces tanto el registro (o función simbólica) con el que tiene que ver el sujeto, como el psicoanálisis en sí, en cuanto fundado en la eficacia de una cura que se apoya en la palabra”. ROUDINESCO, Elisabeth; PLON, Michel. DICCIONARIO DE PSICOANÁLISIS. Paidos, Buenos Aires 2007 pág. 1026.
[7]Se pregunta Michel Autès: “¿Qué es lo social? No algo que tenga una existencia en sí: lo social es ante todo una articulación de la esfera económica con la esfera política”. AUTÈS, Michel. En: LA EXCLUSION: BORDEANDO SUS FRONTERAS. DEFINICIONES Y MATICES. Gedisa, Buenos Aires, 2004.
[8] AUTÈS, Michel. LES PARADOXES DU TRAVAIL SOCIAL. Edition Dunod, Paris, 2005 pág. 243.

[9] AUTÈS, Michel. LES PARADOXES DU TRAVAIL SOCIAL. Edition Dunod, Paris, 2005 pág. 249.
[10] No es por esto que la realidad dependa de cómo cada uno la perciba. Primero, porque nadie ve las cosas según su antojo, sino de acuerdo con sus posibilidades, límites, conocimientos, dudas, ignorancias; de acuerdo con sus sentimientos, en buena parte inconscientes; todo ello en función de las ideologías de las que no se sabe partidario, pero que sin embargo lo organizan y reorganizan sin cese. Los humanos disponemos, por supuesto, de libre albedrío, de márgenes de maniobra, de capacidad de iniciativa y de subversión, en el seno de las relaciones sociales dadas y de configuraciones psíquicas particulares. KARSZ, Saúl. PROBLEMATIZAR EL TRABAJO SOCIAL. DEFINICION, FIGURAS, CLINICA. Gedisa, Buenos Aires, pág. 46.
[11] ADAMS Robert, DOMINELLI Lena, PAYNE Malcom. CRITICAL PRACTICE IN SOCIAL WORK. Palgrave. UK. 2002
[12] ADAMS Robert, DOMINELLI Lena, PAYNE Malcom. CRITICAL PRACTICE IN SOCIAL WORK. Palgrave. UK. 2002. Pág. 307.
[13] ADAMS Robert, DOMINELLI Lena, PAYNE Malcom. CRITICAL PRACTICE IN SOCIAL WORK. Palgrave. UK. 2002.

[14] MATUS, Teresa. DESAFIO A LA POLITICA PÚBLICA: LAS ARTICULACIONES DE COMPLEJIDAD Y CALIDAD A PROPÓSITO DE LA VIOLENCIA ESCOLAR.
[15] ADAMS Robert, DOMINELLI Lena, PAYNE Malcom. CRITICAL PRACTICE IN SOCIAL WORK. Palgrave. UK. 2002.
[16] Como devela Karen Healy, existe una crítica al interior de Trabajo Social sobre los mecanismos implícitos de discriminación en sus prácticas y sobre cierta complicidad de los trabajadores sociales en la reproducción de las condiciones opresoras en el contexto de la práctica y fuera de ella, por ejemplo, al interior del Trabajo Social Feminista o Antirracista. Healy señala que incluso las prácticas activistas comparten una historia de racismo institucionalizado y discriminación de género, e incluso muchas formas de trabajo social crítico siguen encubriendo la opresión racial o de género a la que se enfrenta un número significativo de clientes de la beneficencia. (Healy, 2001).
[17] KARSZ, Saúl. PROBLEMATIZAR EL TRABAJO SOCIAL. DEFINICION, FIGURAS, CLINICA. Gedisa, Buenos Aires, pág. 187-188.

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